Director General: Julio Alberto Rubio Pérez

PONCE: LA HISTORIA DE UN POLICÍA PREVENTIVO DE LA VIEJA GUARDIA…

Oscar TreviñoJr. - 22 septiembre, 2022

Los que conocieron a Adolfo Ponce Solís, policía preventivo de Seguridad Pública, viajaron […]

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Los que conocieron a Adolfo Ponce Solís, policía preventivo de Seguridad Pública, viajaron por un espiral que iba del respeto absoluto de sus superiores, bajando con sus compañeros al accionar, a la carcajada desenfrenada, hasta llorar cuando llegaba la muerte por un paciente en el viejo Hospital General, Dr. Alfredo Pumarejo.

Ponce, de 1.88 de estatura, más que robusto, mascullando el inglés con fuerza, fue el único que controló a miles de Springbreakers, que llegaban a Matamoros para emborracharse y regresar en la noche, cargando cartones de Coronita por toda la avenida Álvaro Obregón hasta el Puente Nuevo Internacional.
Por su corpulencia, los gringos lo distinguían como policía de su país, por eso respetaban sus órdenes, con él ni había relajo, ni un: “Mi no entender”.

Era Ponce dicharachero, de palabra fácil en inglés o español, imponía modas como la camisa y pantalón caqui, con paliacate rojo al cuello, sombrero, de pronto saltaba la chispa verbal:

“Soy cabrón, si de muerto vuelvo”, ja ja ja…

Con extenso e ingenioso vocabulario, Ponce era admirado por sus compañeros, policías preventivos de los tres turnos en la inspección, delegación, dirección y luego Secretaría de Seguridad Pública, estuvo en todos los cambios, siempre ayudando.

También despertó Ponce, envidias entre sus compañeros, estuvo en el Servicio Secreto, comisionado como Policía Judicial del Estado, fue el primer Policía Turístico, estuvo como jefe de Barandilla, Policía Rural Municipal, cabo en el Hospital General, guardia en los juzgados federales y en el Consulado de Estados Unidos en Matamoros, ¡No te chingues manteca!

Cuando Matamoros era pequeño, porque los límites llegaban a la Diagonal Cuauhtémoc, Ponce siempre fue del barrio de la 17 entre Bravo y Bustamante, conforme creció el ingenio tomó fuerza en sus palabras.

El mar era su pasión, por eso de joven se hizo pescador allá en Puerto Isabel, en Brownsville, Texas, era de los que soportó los embates de las marejadas, se identificaba con los personajes de la película La Última Ola.

Allí fue donde Ponce le puso atención al idioma inglés, lo aprendió y luego cuando regresaba a Matamoros, se lo presumía a su esposa Ana María con quien se había casado:

“Hay lov yu” (I Love You).

Se estacionó Ponce en la acera de la calle Elizabeth en Brownsville, Texas. Cuando trató de dar reversa, salió un gringo de una tienda haciendo aspavientos, mientras gritaba en idioma pocho (combinación de inglés y español):

-Cuidado, vas a chocar (be careful it will crash).

Se asomó Ponce por su espejo retrovisor, sacó la cara por la ventanilla y respondió con fuerza pero sonriendo:

-Yes book (Si libro…o sea, Si la libraba y evitaba el golpe).

Ponce era de los que se arreglaba los domingos, usaba su coordinado, sombrero, perfume caro, sus cadenas al cuello, botín bien boleado y salía a pasear, pero una noche en la cantina lo vieron repartir leña, cachetadon entre quijada, ceja y oreja, cuando se opuso a que a un cliente le quisieron encajar la uña con la cuenta.

Uno de los policías del servicio secreto, allí en la cantina, le propuso ser uno de esos agentes. A Ponce le agradó la idea, pero, primero hizo migas y después decidiría, finalmente ganaba en dólares en el Puerto, pero un día en el trabajo, tuvo un grave accidente con su hombro izquierdo, que lo mantuvo incapacitado.

Después de meses de recuperación y con una indemnización, decidió aceptar la propuesta para ser agente tan secreto, que después de 50 años se puede ventilar en Matamoros, así que lo comisionaron a Guadalajara, Puebla y demás estados.

Allí fue donde escuchó la canción Vagabundo de Javier Solís y la hizo suya, como las botellas de Old Parr :

Soy un pobre vagabundo/sin hogar y sin fortuna/y no conozco ninguna/de las dichas de este mundo/Voy sin rumbo por la vida/el dolor es mi condena/y el licor calmó mi pena/porque el amor es mentira/No me importa lo que digan/de mi corazón bohemio/me emborracho porque llevo/en el alma una tragedia.

Enviaba Ponce dinero a su esposa para los hijos, decidió regresar a Matamoros, los extrañaba y más cuando sus jefes le negaron el cambio de adscripción, por eso se alejó por las buenas, para estar con su familia.

Entró a la entonces inspección de policía, la prueba fue fácil, grandote, fuerte y justo de unos meses, en la época del entonces Alcalde Enrique Siller Flores, que necesitaba un chofer que impusiera respeto, fue seleccionado.

En aquellos años 1966-1968 ser chofer del alcalde en turno, a los policías les daba prestigio, era como ser comandante, además de excelente conversador, Ponce conocía la calle, sabía los lugares peligrosos y los evitaba.

Cuando la entonces Policía Judicial del Estado (hoy Ministeriales), necesitaba refuerzos, en ocasiones era comisionado, porque Ponce, cumplía con el perfil: alto, más que robusto, pulcro, rasuradito, botín negro bien boleado.

Siempre recordaba las novatadas de los policías preventivos:

“La primera vez que detuve a una persona con una pistola calibre .22, venía un comandante o un compañero y te acalambraba:

-¿Sabes a quién detuviste?

– No -respondía inocente-.

-¿No lo investigaste?, es de la gente.

-¿Y yo qué soy?

-No te hagas Ponce, allá tu, porque en la calle a lo mejor te pregunta El Amable (Pepe Piñas -qepd-de los de García Abrego).

-U que la canción…por eso es que salías a la calle, luego de que todo se enfriaba. Al último eran puras mentiras.

En la época del inolvidable presidente municipal, Jorge Cárdenas González, su director de Seguridad Pública, Osvaldo Fourzán Márquez, un comandante agarró a carro a Ponce.

Ese comandante sacó de la Policía Rural Municipal a Ponce, lo traía de delegación en delegación (la gente les llamaba casetas), en algunas colonias ni había energía eléctrica, puro zancudo, aguantó sin chistar, pero una noche, por necesidades del servicio lo tuvieron que subir a una patrulla.

Allá por la colonia Delicias, El Nahual (uno de los maleantes de aquel entonces, años después fue asesinado), lo perseguían porque armado con una pistola calibre .22, había atracado a una persona. Ponce y su compañero lo ubicaron, bajaron de la patrulla para corretearlo.

Con su pistola, El Nahual, se encontró con Ponce al que le disparó de frente, pero nunca dio en el blanco porque se cayó y se fracturó la clavícula izquierda, gritando de dolor.

Los demás patrulleros al escuchar al grito, por radio portátil y la radio de las unidades, alarmados, los policías empezaron a gritar:

-Cincoooo cincooo (clave de auxilio para un policía caído).

Como una exhalación llegaron los paramédicos de la Cruz Roja, con mucho cuidado levantaron del suelo a Ponce, que con su mano derecha se tocaba el hombro izquierdo y rápidamente lo llevaron a la sala de Urgencias de la clínica del ISSSTE.

El director de Seguridad Pública, Osvaldo Fourzán llegó en su vehículo oficial, entró a la habitación donde estaba Ponce, para ver su estado de salud:

“Sin novedad mi jefe” -manifestó Ponce aguantándose el dolor, mientras que saludaba oficialmente, colocando su mano en la sien derecha-.

-“Descanse oficial, descanse” -respondió consternado-.

Osvaldo Fourzán, salió de la habitación y dirigiéndose al jefe de Urgencias dijo, mientras movía la cabeza de un lado a otro:

“Qué bárbaro, pobrecito y todavía se pone firmes… por favor doctor, lo que necesite mi oficial, sin escatimar en gastos, tiene que quedar bien”.

De nueva cuenta Ponce estuvo incapacitado recibiendo rehabilitación y luego de algunos meses fue habilitado para trabajar y allí fue en donde comenzaron a enviarlo a diferentes delegaciones, hasta que lo colocaron en turno de noche para hacerse cargo de los springbreakers, aprovechando que sabía el idioma:

-¿Sabes hablar inglés?

-Churrr (Sure).

De esa manera Ponce comenzó a lidiar con los springbreakers que causaban desmanes, cuyas chicas mostraban las bubis a cualquier persona a cambio de un collar de dólar o menos.

El control llegó con Ponce, bajaba de su patrulla se internaba entre los springbreakers y daba órdenes:

Don’t break bottles (No quiebren botellas). En suma, el primer policía turístico de Matamoros.

Los mismos Springbreakers, hablaban bien de Ponce con los empleados del Consulado de México en Brownsville, una vez que iban por ellos a la barandilla por faltas al bando de policía y buen gobierno.

Cuando Donald Wells se dio cuenta que Ponce era caballeroso y atento con las personas, lo invitó a trabajar al Consulado de Estados Unidos en Matamoros donde era el jefe, para atender a los estadounidenses.

Otra vez fue envidia de la mayor parte de sus compañeros, porque con el paso del tiempo un Vicecónsul dispensaba la amistad con Ponce. Eran aquellos tiempos, donde el edificio solo necesitaba un policía de guardia, para coordinar con el personal de las ventanillas de atención al público.

Al cambio del Cónsul y Vicecónsul, Ponce fue destacamentado en el Hospital General Dr. Alfredo Pumarejo (ahora abandonado), en la caseta, que mantenía pulcra, presentable, nada de vidrios ahumados, porque recibía a los familiares de pacientes, heridos y enfermos.

Para quienes olvidaron la cara de Ponce, era aquel policía preventivo, que cuando se ponía a bromear con sus compañeras y compañeros, sacaba la lengua, la tenía tan grande, que le llegaba debajo de la barbilla.

Molesto Jesús Urquiza Martínez, entonces secretario de Seguridad Pública, porque a veces los policías de caseta y patrulleros, estaban, ilocalizables, decidió que todo preventivo, comunicara por radiofrecuencia lo que iba a hacer y todos los jefes debían estar enterados y le tocó a Ponce:

-Ponce para 5 cero (departamento de Radiopatrullas).

-¡Adelante Oficial!

-Con su permiso oficial, voy al W.C.

Entonces el oficial de Radiopatrullas informó la orden recibida:

“Enterado secretario de Seguridad Pública, Subdirector operativo, subdirector administrativo, supervisor, comandante, oficial de vigilancia, grupo táctico, policía montada…”

Estaba Ponce tan indignado, rara vez decía alguna maldición, pero ahora esperó un momento oportuno, llamó por teléfono a su jefe Jesús Urquiza y la orden fue desechada porque atentaba contra la dignidad de los policías preventivos. De hecho aconsejaba a los policías novatos de guardar respeto y ser atentos con la gente.

Los años fueron pasando y Ponce se sentía a gusto en el Hospital General, hasta que un día tuvo problemas para caminar, por eso además, decidió que lo pensionaran y en su momento comentó:

-Fui a ver al doctor, que ya me había consultado (el doctor movió la cabeza de un lado a otro en señal de desapruebo).

-Pero mira que gordo estás, ¿a qué vienes?, ya sabes que tienes que adelgazar, por eso estas así…

-¡Doctor pero si tomo agua y subo de peso!

Allí fue cuando le dijeron que solamente tenía un riñón, tenía más de 60 años y nunca se dio cuenta, ni tuvo problemas de salud, es incomprensible -decía-.

Desesperado Ponce tuvo que operarse de una rodilla, porque ni podía sostenerse en pie, pero por otro lado ninguna autoridad médica le decía qué padecimiento tenía, porqué las fuerzas se le acababan muy rápido.

Un día vio en la televisión al cantante y compositor Martín Urieta y la canción Urge, decía que le caía como anillo al dedo:

Con mi dolor/causando penas voy rodando por ahí/no hay una frase de cariño para mí/todos me miran con desprecio y con rencor/Mi corazón/está cansado, tan cansado de sufrir/que muchas veces le he escuchado repetir/estas palabras que me llenan de dolor/Urge/una persona que me arrulle entre sus brazos/a quien contarle de mis triunfos y fracasos/que me comprenda y que me quite de sufrir.

Desde siempre Ponce, tenía el cariño y amor de sus hijos Martín, Margarita, Mirna, Martha, Deyanira, cada triunfo de ellos lo hacía suyo, aun los de sus yernos y luego los nietos, los presumía a sus amigos.

Cuando Ponce hablaba de sus jefes policías, lo hacía con gusto, de sus compañeros le ganaba la nostalgia, a veces se le salían las lágrimas y luego recordaba los partes de remisión porque lo hacía en una cuidadosa letra script, que a veces lo mandaban llamar en su patrulla porque solo algunos pocos, entendían la letra pegada.

Tenía Ponce, 82 años de edad, nació un 16 de mayo, pero le disgustaba decirlo:

“Los caballeros nunca decimos nuestra edad, ja, ja, ja”.

El 10 de septiembre Ponce, en el muro de su página de Facebook, que le hizo su hijo Martín para que se comunicara con sus amigos y compañeros, escribió:

“Mi papá les manda decir que extraña a sus compañeros, no puede escribir porque le gana el sentimiento”.

A Ponce lo acaban de internar en la clínica del ISSSTE, para hacerle unos estudios, porque sentía mareos, malestares propios de la edad.

Sin embargo, la mañana del 17 de septiembre, Martín publicó en su muro de Facebook:

“Con todo el dolor de mi corazón, les comunico que mi señor padre, Adolfo Ponce, falleció el día de hoy.

Le agradezco a todos sus amistades y familiares, que hicieron de su vida algo tan especial, mi padre fue todo un personaje . La gente que lo conoció sabía de su buen humor y su gran corazón.

Mi padre ya descansa dejando atrás su legado en sus hijos”.

Esa tarde el cuerpo de Adolfo Ponce, fue velado en Funerales Escobedo. Al otro día 18 de septiembre rindió tributo a la madre tierra en el Panteón Jardín.

Siempre dijo que lo mejor que le pasó en la vida fue enlistarse como Policía Preventivo, por eso siempre respetó a sus superiores, a sus compañeros, a la gente humilde, soñaba con que alguna aula de la Secretaría de Seguridad Pública, llevara su nombre: Adolfo Ponce Solís.

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