Director General: Julio Alberto Rubio Pérez

PADRES DE LA IGLESIA CATÓLICA EN GUERRERO PIDEN AUDIENCIA CON LOS CAPOS Y ELLOS LOS DESPRECIAN…

Oscar TreviñoJr. - 17 febrero, 2024

En la primera quincena de enero, el clero de Guerrero monseñor Joel Ocampo, […]

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En la primera quincena de enero, el clero de Guerrero monseñor Joel Ocampo, el sacerdote Filiberto Velázquez, José de Jesús González y Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa, se citaron a una reunión pastoral en Ciudad Altamirano, en Tierra Caliente a una reunión pastoral, para hablar con Johnny y Alfredo Hurtado Olascoaga, El Pez y La Fresa, jefes del crimen organizado de La Familia Michoacana.

La idea consistía en sentar las bases de una tregua entre La Familia Michoacana y sus rivales Los Tlacos, que dominan parte de la región centro y la sierra del estado de Guerrero, pero pese al intento, fracasaron.

La negociación frustrada de Tierra Caliente, contrastó con el acuerdo formalizado en la capital para que Los Tlacos y Los Ardillos, dejen de guerrear por las rutas de transporte locales, confirmado por el padre Fili Velázquez.

Preguntado por este acuerdo iglesia-mafia, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, dijo sonriendo en La Mañanera:

“Lo vemos muy bien. Nada más que nada de acuerdos que signifiquen conceder impunidad, privilegios, licencias para robar.”

Los Tlacos y La Familia Michoacana llevan años peleando zonas del centro y la sierra de Guerrero, como el caso de Taxco, ciudad visitada por los tamaulipecos, al menos en Matamoros, salían camiones con comerciantes para comprar y luego revender, con la famosa platería, pero eso ya se acabó.

También pelean Iguala y comunidades cercanas a Tlacotepec, cabecera municipal de Heliodoro Castillo, allá donde armaron a los niños para dar la batalla, porque hay infantes sicarios.

La batalla por las rutas de transporte en estos dos municipios se agudizaron en los últimos meses, problema que lastra a otras partes del Estado, como Chilpancingo o Acapulco, otro paraíso turístico.

En la sierra, el enfrentamiento recuerda a una guerra de guerrillas, con Los Tlacos defendiendo comunidades y La Familia Michoacana, tratando de ganar terreno, a base de explosivos lanzados con drones.

La ciudad de Nuevo Caracol, parece sacado de un pintoresco cuadro costumbrista, con montañas pintadas de verde que en realidad esconde la guerra, aquí nada de turistas de Guerrero en bikini, ni güeras mostrando pierna.

De los cerros que rodean la comunidad, llegaron los drones desde agosto con bombas, de allí mismo los balazos, una lluvia de plomo en decenas de casas del pueblo de madera y cartón.

Araceli Santa, ama de casa, los vio de frente desde su casita frente a las canchas de su comunidad, parte del municipio de Heliodoro Castillo, en Guerrero:

“Era de mañana, estaba preparando la masa de las tortillas en la cocina cuando algo cayó del cielo, golpeó una de las planchas de zinc que cubren el patio y explotó”.

Queda una como paralizada —cuenta asombrada Araceli—, me quedé sorda, caminé como en cámara lenta, vi otras explosiones:

“A un muchacho le llegó un trozo de otra bomba que soltaban los drones, que cayó en la cancha y le rajó la panza bien feo”.

Mortificada, Araceli cuenta que lo de las bombas que tiraban los drones, empezó en mayo y siguieron hasta agosto cuando cayeron las últimas. Han sido decenas estos meses, muchas veces acompañadas de los balazos que lanzan desde el cerro:

“Lo que hacemos es escondernos en una cuarto de material” (es una casa con techo de cemento y no de lámina, predominantes en Nuevo Caracol).

Las bombas, a veces artefactos caseros rellenos de clavos, pólvora y tuercas, no pueden con ellos.

A veces es la guerra de bajo costo, con bombas de bajo coste, para casas de bajo coste, que cubren a vecinos de segunda, que Evelyn Salgado, gobernadora de Guerrero ni tiene idea, porque nunca visitó esa zona, ni cuando era candidata.

El sacerdote Filiberto Velázquez, Fili para todos, vino a entregar víveres a la comunidad, recuerda con ironía el retén militar que funciona cerca de allí, junto a la presa hidroeléctrica de El Caracol:

“El Ejército defiende la presa y los sicarios defienden al pueblo”.

Los que atacan con bombas lanzados por lo drones y balazos desde los cerros, dicen los vecinos, son parte del grupo criminal La Familia Michoacana, con fuerte arraigo en Tierra Caliente. Los que se defienden, insisten, son parte de Los Tlacos, que agarran el nombre de la cabecera municipal de Heliodoro Castillo, Tlacotepec.

Allí en Guerrero, tierra de montañas y pueblos aislados y muy pobres, son víctima del poder creciente de las mafia, donde la gobernadora Evelyn Salgado, ni sabe, ni se imagina, viviendo a todo lujo, disfrutando del sol, bebiendo coco con ginebra en playa Diamante.

Los asesinatos aumentan. Aparecen trincheras en todos lados. Criminales atacan bares en Acapulco y dejan restos humanos en cubetas en la calle.

Cadáveres tiroteados yacen abandonados en cunetas en la Costa Chica. La región Centro vive en tensión, pero nadie dice nada porque es el reino de Morena.

Se niega Chuy a dar sus datos generales, porque tiene familiares en Apaxtla y allí hay gente de los michoacanos, como también les dicen, porque vivir en un pueblo te convierte, a ojos del contrario, en parte del grupo con el que pelean.

En el negocio de Chuy allí en Nuevo Caracol, las últimas bombas cayeron en agosto, los rafaguearon con cuernos de chivo, y todo para qué, si los cultivos de amapola prácticamente desaparecieron de las laderas de Heliodoro Castillo.

Aunque allí ni siquiera hay minas, pero es la puerta de entrada a Heliodoro Castillo, Tlacotepec que está lleno.

El vecino Raúl, su rifle R-15 con su rafio comunicador, parecen extensiones de su cuerpo, apoya a Lo Tlacos, pero en Cuernavaca fue convencido para llegar a defender.

La experiencia de una vida emocionante le trajo de vuelta a la comunidad. Su casa está prácticamente vacía. En un cuarto hay una moto, en el otro, su cama. Solo eso, hay que estar atento.

Ese día que llegó el padre Filiberto Fili Velázquez con comida, los niños se acercaron a verlo, les entregó cuadernos, lápices, colores, cuentos para pintarlos, porque los chiquillos tienen prohibido ir a la escuela para proteger sus vidas.

Primero fue por la pandemia de Covid-19, ahora por las bombas lanzadas por los drones, todavía hay niños, que desconocían como era un cuaderno, un libro.

El padre Fili en sintonía con los curas combativos que tratan de denunciar la violencia en México, graba un vídeo con los pequeños exigiendo una solución al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

“Los niños necesitan ir a clase. No es posible que estos niños sepan diferenciar entre calibres de R-15, 50 los mata-policías o de cuerno de chivo y no sepan sostener un lápiz”.

Es literal, cuenta el padre Fili, con la voz entre cortada:

“Los niños, las niñas, guardan balas percutidas, casquillos, metralla de las bombas. Hablan de los sicas, los sicarios, como otros niños del país, hablan de Leo Messi, Memo Ochoa”.

Los niños bélicos causan tristeza al padre Fili:

“Están tan habituados al contexto bélico, que dicen que es mejor no tocar la metralla porque los michoacanos las rocían de matarratas. Aquí no valen las lágrimas, ni lamerse las heridas, a levantarse y defenderse si es que se puede”.

En ese contexto de terror, el obispo de Chilpancingo, José de Jesús González, dijo que la negociación entre Tlacos y Familia falló por culpa de la avaricia, la ambición de tener dinero y poder de ambos líderes.

Los obispos hablaron primero con los jefes narcos, El Pez y La Fresa y luego llamaron por celular al líder del grupo contrario, Onésimo Marquina, alias Necho, que estaba en la sierra de Tlacotepec, con un sacerdote de su confianza.

La negociación falló porque La Familia Michoacana y Los Tlacos no se pusieron de acuerdo en varios puntos:

La Familia quería que Necho les cediera Las Tunas, una comunidad, que es parte de San Miguel Totolapan, pero muy cerca de Heliodoro Castillo”.

El municipio de Heliodoro Castillo es la base de Los Tlacos, mientras que San Miguel Totolapan es parte del dominio de La Familia.

¿Y el gobierno de Evelyn Salgado qué hace, disfrutar de las playas?

Los narcos tampoco se pusieron de acuerdo en el reparto de Iguala, porque La Familia quiere la mitad, que ahora mismo es de Los Tlacos con otros grupos. Y lo mismo ocurrió con Taxco. Necho aceptaba ceder el municipio y además se comprometía a no meterse en la pelea por Morelos.

Uno de los cuatro obispos señaló tras el encuentro que del lado de La Familia había notado más apertura y, del lado de Los Tlacos, más cerrazón. En la reunión, los cuatro insistieron a los líderes criminales en dos puntos, primero, que sus luchas no afectaran a la población. Segundo, que el peso de sus extorsiones estaba llegando a un límite.

Pero La Familia Michoacana y Los Tlacos, solamente coinciden en un punto, nada de sotanas y nada de enaguas, es cosa de hombres, porque al Gobierno de Evelyn ni le importa, total aportaron dinero para su campaña.

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