Desde muy joven, Hipólito Mora que nació en 1955 en La Ruana del […]
Desde muy joven, Hipólito Mora que nació en 1955 en La Ruana del municipio de Buenavista Tomatlán, Michoacán, se dedicó al cultivo de limón, actividad de la que vivía gran parte de la población de la región de Tierra Caliente; su vida fue la de un campesino común hasta que la violencia del crimen organizado irrumpió en la región en la década de los 2000.
Los Caballeros Templarios bajo el mando de Servando Gómez La Tuta, comenzaron a extorsionar, secuestrar y asesinar a productores y comerciantes de cítrico; por cada kilo de limón debía pagarse cuota y quien se resistía, era ejecutado o levantado, en ese contexto, Hipólito decidió armarse.
El 24 de febrero de 2013 en La Ruana, Hipólito Mora reunió a vecinos y agricultores para enfrentar a Los Caballeros Templarios con rifles viejos y escopetas y, así nació el movimiento de autodefensas michoacanas.
Muy pronto, el ejemplo se extendió a otros pueblos…
Surgieron líderes como José Manuel Mireles, en Tepalcatepec; Juan José Farías Álvarez, El Abuelo, y otros que tenían tanto peso social como fama de estar ligados al narcotráfico.
Con Servando Gómez La Tuta, Hipólito Mora nunca tuvo relación directa de complicidad con él; al contrario, fue su principal opositor en la región limonera.
La Tuta lo acusó públicamente de ser “otro criminal” disfrazado de líder social, pero esas declaraciones buscaban restar legitimidad a las autodefensas.
Con Juan José Farías El Abuelo, la relación fue mucho más ambigua. El Abuelo había sido señalado por autoridades estadounidenses como operador del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y, en otros momentos, como aliado del propio Gobierno en la lucha contra el cártel de Los Templarios.
Hipólito Mora desconfiaba de él, pero al estar ambos en el mismo frente contra los templarios, coincidieron en algunos espacios. Mora se quejaba de que, en lugar de autodefensas genuinas, había “infiltrados del narco” que aprovecharon el levantamiento armado para disputarse territorios.
A diferencia de sus críticos enemigos, Hipólito Mora siempre vivió en su pueblo, sin lujos ni fortunas visibles.
Perdió a su hijo en una emboscada en 2014, lo cual mostró que no era intocable ni protegido por el narco. Fue encarcelado en 2014 por un enfrentamiento con otro grupo de autodefensas, pero salió libre por falta de pruebas. Él mismo denunció que el gobierno federal armó y legitimó a supuestos autodefensas que en realidad eran células de cárteles.
Sus enemigos lo señalaron de tener pactos con un grupo rival del CJNG, para sus detractores, no era posible sostener un movimiento armado sin financiamiento externo. El hecho de coincidir en espacios con El Abuelo y otros personajes manchados por el narco alimentó sospechas; sin embargo, nunca se le probaron vínculos con el crimen organizado.
En los expedientes judiciales no quedó una condena firme que lo ligara a cárteles.
El 29 de junio de 2023, un convoy de sicarios lo emboscó en La Ruana. Su camioneta blindada fue incendiada con él dentro. La brutalidad del ataque reflejó el mensaje: en Tierra Caliente nadie estaba por encima del narco.
Su muerte cerró un ciclo de diez años de lucha y también dejó la pregunta abierta:
¿fue un hombre auténtico que se levantó por el bien común, o un caudillo más atrapado en el enredo de cárteles y poder local?
A la fecha, su muerte solo representa un número más en la estadística de aquellos que se niegan a ceder ante la arremetida del narco y a combatirlo ante un gobierno mexicano pasivo y pusilánime que deja correr la sangre antes que imponerse como lo marca la ley.