Director General: Julio Alberto Rubio Pérez

EN EL “TRASLADO ESPECIAL” DE 26 ACUSADOS DE NARCO, VA EL CACHETES, UN ZETA DE PERFIL TAN BAJO, QUE EN ESTADOS UNIDOS NI NOTARON SU PELIGROSIDAD…

Esmeralda Arizoca - 14 agosto, 2025

El Gobierno de Claudia Sheinbaum en un nuevo operativo, entregó a 26 acusados […]

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El Gobierno de Claudia Sheinbaum en un nuevo operativo, entregó a 26 acusados de narco y delitos violentos a las autoridades de Estados Unidos de Norteamérica, en una operación coordinada entre ambos países, en la que va Daniel Pérez Rojas, El Cachetes, un Zeta primera generación, de tan bajo perfil, que nadie notó su peligrosidad, ni siquiera los detectives, a pesar de ser experto en sobornos.

Para que se den una idea de El Cachetes, tiene un notorio parecido con Juan Garrison, el mítico personaje inocente de la serie de Los Polivoces en los años 70’s, pero tan temible que con sus garras se apoderó de Guatemala, siendo cabo de infantería en México, pero enseñado en Estados Unidos por expertos.

Fue tan espectacular que preso, El Cachetes en el Penal de Santa Adelaida, planeó una fuga masiva tipo Hollywood en Matamoros, Tamaulipas y replicado en otros reclusorios en el país por otros narcos y sicarios.

La entrega, que el Gobierno mexicano define como un traslado especial y no como una extradición formal, marca la segunda transferencia de alto perfil en lo que va de la administración de Claudia Sheinbaum, que ni idea tiene de Daniel Pérez, El Cachetes.

En 2009 el nombre de El Cachetes, Daniel Pérez, comenzó a figurar en el hampa, al formar para la banda de sicarios a Los Pitufos que servían a Los Zetas y al Cartel del Golfo cuando operaban juntos en Tamaulipas y Estados Unidos.

Pero de Los Pitufos José Alberto Martínez Medrano, Juan Eliseo Ramos Reséndez, Jaime Yaén Gómez Gutiérrez y Juan Carlos Flores Villarreal, nada queda de lo que fueron, dijo en su declaración Martha, una de las testigos protegidos, que trabajaba para la policía en Nuevo Laredo, puesto que pagaron con su vida la pérdida de más de 6 millones de dólares en manos de los militares. A ver si buscan en el ejido La Bartolina, dijo sonriendo.

Los Pitufos, quedaron en reunirse en la gasolinera de la carretera que se encuentra frente al monumento a Simón Bolívar en Nuevo Laredo, Tamaulipas, para llevar el dinero de la maña a Monclova, pagar la droga que ya se había apalabrado y regresar con ella”.

La fortuna, como si fueran a comprar chuchulucos:

“Eran más de 6 millones de dólares envueltos en bolsas de plástico, apilados, ocultos en un trailer blanco y negro robado:

 “Si hay pedo, lo pagarían con su vida” -fue la advertencia-.

La advertencia según Martha, fue echa por los jefes de la plaza de Los Zetas, Miguel y Omar Treviño, quienes además, dominan las plazas de Zacatecas, Veracruz y Cancún, bajo el mando del entonces jefe  Heriberto Lazcano, El Z3, y Daniel Pérez Rojas, El Cachetes.

Martha desgrana la mazorca:

“Llegaron puntuales a la cita Los Pitufos. Ya los esperaba el chofer del trailer, que iban a custodiar, quien revisaba los niveles del vehículo y lo cargaba de diésel para la travesía. Todos iban pertrechados con sus Smith and Wetsson calibre .40 con sus respectivos cargadores, dinero para gastos y una camioneta Silverado de doble cabina, azul marino, la misma que iría al frente del tractocamión”.

Juan Carlos Villarreal Flores, El Pitufo Mayor, según Martha, se encargaba de transportar mariguana y cocaína desde cualquier punto del país hacia Nuevo Laredo, incluso de transportar dinero para la compra de la droga, desde 2002 en que llegó a esa plaza y trabajó inicialmente con Los Talibánes.

El nombre se le atribuye a Iván Velázquez Caballero El Talibán o que rompió con Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40,  y se alió con el Cártel del Golfo para desplazar a su antiguo compañero. Fue a prisión por robo de vehículo, pero al salir se unió a Heriberto Lazcano Lazcano, jefe de Los Zetas.

Martha, fue encargada de controlar a Los Halcones de Miguel y Omar Treviño, dijo en su momento que la mayoría de Los Pitufos, se reunían para planear sus operaciones de narcotráfico en la gasolinera La Concordia, localizada en El Caballito, en Nuevo Laredo, porque ninguna corporación policíaca los molestaba.

Al chofer del trailer, el sicario Carlos Alfonso Hernández, le dijo que lo necesitaban para el operativo:

“En el trayecto me iban a estar custodiando por aquello de los filtros; que me entregarían los papeles del pedimento aduanal con sellos oficiales de color rojo. ‘Cuidado y te quieres dar a la fuga con el dinero porque te encontramos hasta debajo de las piedras a ti y a tu familia, y te arreglamos tu asunto’, es decir, era una advertencia de que me matarían”.

El 2 de abril de 2008, Los Pitufos tenían planeado salir de compras con 66 millones 29 mil 151 pesos, cuando a las 14:30 horas les cayó encima la milicia que patrullaba la ciudad como parte del operativo antidrogas Fuerza de Reacción, advertida por el dueño del tractocamión robado, quien se negó a identificarse ante los militares por temor a que la ejecutaran Los Zetas.

Los Pitufos, al sentir la presencia del personal militar, se pusieron notoriamente nerviosos, intercambiaron palabras y señales de advertencia, subieron los cristales del vehículo y arrancaron la camioneta.

“De inmediato les marcamos el alto y les ordenamos que se bajaran; el conductor bajó el cristal”, describen Carlos Alberto Tejeda González, Antelmo Reyes Fonseca y Abundio Cruz Cayetano, efectivos militares de la Secretaría de la Defensa Nacional, en su parte informativo integrado en la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/138/2008.

-¿Por qué nos van a revisar?, sólo estamos trabajando, nos vamos a quejar con derechos humanos –dijo uno de ellos-.

Insistimos en que se bajaran –respondieron los soldados-.

El conductor calmó a Los Pitufos:

-“No la hagan de pedo, al parecer sí son militares. Aguanten, trataré de arreglar las cosas”-.

Bajó del vehículo y se dirigió a los militares.

¿Cómo nos podemos arreglar para que no tengamos problemas, andamos armados por nuestra seguridad y no traemos licencia de portación. Qué tal 100 mil dólares y nos dejan ir? -fue el señuelo-.

Uno de los militares ordenó que todos se bajaran del vehículo sin hacer un movimiento en falso. Fueron rodeados y encañonados Los Pitufos José Alberto Martínez Medrano, Juan Eliseo Ramos Reséndez, Jaime Yaén Gómez Gutiérrez y Juan Carlos Flores Villarreal, describe el documento de la Procuraduría General de la República (PGR), ahora FGR.

El reporte mitar los desnuda desde entonces:

El Pitufo Mayor,  era el líder de la estaca. Traía instrucciones del jefe de la plaza de que todo saliera bien. Nos dijo que lo pensáramos y que era capaz de darnos 1 millón de dólares para que los dejáramos ir, ya que cuando su jefe se enterara, no se la iban a acabar, que seguramente les darían piso, ya que iban por una mercancía que ya estaba arreglada”.

El parte tenso:

“Se me acercó el sargento Cruz Cayetano para darme el parte de que ya había detenido al conductor del trailer, Carlos Alfonso Hernández, quien se puso a llorar y dijo que traían unas maletas llenas de dólares, que las agarráramos y que los dejáramos ir, ya que, con su vida, pagarían el fracaso del operativo, como se lo había advertido El Cachetes, jefe importante de Los Zetas”.

Carlos insistía –continúa el reporte– en que nos quedáramos con las maletas, pero que lo dejáramos fugarse pues seguramente lo ejecutarían, por lo que procedimos a abrir las puertas del tractocamión con número económico 70153, trailer donde efectivamente encontramos ocho maletas, que contenían envoltorios en plástico con dólares, que una vez sumadas resultaron ser 6 millones 110 mil 950 dólares americanos”.

Carlos Alfonso Hernández, perteneció a la milicia, según el reporte mediante oficio número S-14540, del 22 de abril de 2008, suscrito por el primer agente de la Procuraduría de Justicia Militar:

“En relación con su oficio número CGD/CCS/255/2008 del 16 del actual (…) se hace de su conocimiento que en los archivos de esta Secretaría de la Defensa Nacional sólo se encontraron antecedentes de Carlos Alfonso Hernández (matrícula C-2828156), quien el 16 de junio de 2001 causó baja como soldado de Zapadores del 3er. Batallón de Construcción y del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos”.

Los Pitufos fueron sometidos por los militares del Primer Regimiento de Caballería Motorizado de Nuevo Laredo y los pusieron a disposición de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) de la PGR.

Las armas que portaban y los dólares estadunidenses, así como el tractocamión donde se encontraban las maletas, también.

En el proceso 52/2008 que se abrió en su contra, la testigo Martha identificó a los presuntos responsables de los delitos de delincuencia organizada, portación de arma prohibida y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Martha dijo ser testigo colaborador, como ya lo había hecho en diversas averiguaciones previas relacionadas con delincuencia organizada:

“Fui encargada de Los Halcones de Omar y Miguel Treviño, líderes del Cartel del Golfo en Tamaulipas, Zacatecas, Veracruz y Cancún, entre otros, bajo las órdenes de Lazcano y El Cachetes”.

Martha detalla las operaciones de los vigías del Cartel del Golfo en varias ciudades de Tamaulipas:

“En mayo de 2002, teníamos un número aproximado de halcones de 450 personas, que se dedicaban a vigilar las ciudades como Nuevo Laredo, Piedras Negras, Anáhuac, Guerrero, así como los puntos carreteros que van desde Nuevo Laredo a Piedras Negras; Nuevo Laredo a Anáhuac; Nuevo Laredo a Guerrero; Nuevo Laredo a Monterrey” -ahora la más peligrosa del país-.

Tenían a Tamaulipas en su poder:

“A últimas fechas, ya sólo teníamos 150 halcones, los cuales vigilan durante las 24 horas del día y se van turnando cada 12 u ocho horas de acuerdo con las necesidades del trabajo de la organización (…)”

Martha, expolicía municipal de Nuevo Laredo desde 1986, comisionada en la base uno de radio y teléfonos, delató ante el Ministerio Público Federal a varios lugartenientes del cártel del Golfo, como:

“Dora Luz Henriquez Sánchez, Dorita; Luis Fernando Prado Hernández, El Gordo Prado; Rodolfo García Amaya, El Maya; quienes participaron en varios levantones de personas que estorbaban a la organización de Los Zetas; así como a los comandantes Pedro Martínez, Martín González y Roberto de León, entre otros” -nunca procedieron, ni investigaron-.

“(…) Quiero denunciar a varias personas que forman parte del cártel del Golfo, en virtud de que me enteré que, desde que yo fui detenida, ascendieron de nivel a Carlos Rosalío Moreno Hernández, El Chalío. (…) Respecto a Dorita, desde enero de 2006 ingresó a la organización, ya que la dieron de baja de la policía municipal de Nuevo Laredo por no haber pasado los exámenes y Omar Treviño la invitó”.

La radiografía de la corrupción que a nadie le importó:

“Su función consistía en pagar los gastos de refaccionaria, hospitales, gasolina para los grupos de halcones, para lo cual recibe 100 mil dólares mensuales que le entrega el cajero de la organización, El Chino y se encarga de los sueldos de los policías del C4, el Centro de Cómputo y Comunicación, de la policía municipal, de la que varios de sus miembros colaboran con el Cartel y reciben 300 dólares mensuales”.

Luis Fernando Prado Hernández, el Gordo Prado, miembro desde 2002, trasporta droga a Estados Unidos por la carretera Rivereña, de dos a tres toneladas por semana y se apoya en 30 personas. También Rodolfo García Amaya, el Maya, traficante de marihuana, desde 2003, que consigue en Michoacán, por lo cual paga cuota por derecho de piso a Omar Treviño…”

Desde el C4, Martha se enteraba del trasiego de drogas a través de la comunicación interna por la frecuencia de la policía municipal, así como de la protección que brindan al Cartel los comandantes de la corporación Pedro Martínez, Pedro El Bueno; Martín González, quien fue ejecutado; Roberto de León, y otro al que apodaban Padrinito, “que estaban trabajando para la organización”.

Pero así como si fuera en lo oscurito, detuvieron a Daniel Pérez, El Cachetes, con una pistola al cinto cuando en estado de ebridad y con drogas lo detuvieron los militares y fue a prisión al penal de Santa Adelaida.

Justo en el Penal de Santa Adelaida, se instalaron con la bendición de Eugenio Hernández Flores, entonces gobernador de Tamaulipas, unos talleres automotríces, de hojalatería, eléctricos, dizque para reparar vehículos, pero que fuera de la vista del público, instalaban clavos de droga, además de la organización de carreras de caballos y las peleas de gallos, permitidas por las autoridades penitenciarias.

Era diciembre de 2002, cuando se acercaba la Navidad, un comando de 50 hombres con ropa negra similar a la AFI (Agencia Federal de Investigaciones), hoy FGR, armados con rifles AK-47, irrumpió en el penal de Santa Adelaida, de Matamoros, sometieron a los 46 custodios, liberó a miembros del cártel del Golfo.

Los evadidos fueron: Manuel Alquicides García, Daniel Pérez Rojas, El Cachetes y Enrique González Rodríguez, procesados por delitos contra la salud, además de Deyanira Fuentes Montellano, presunta autora intelectual de la muerte de su esposo Juan Carlos González La Torta, ex agente de la Policía Ministerial del Estado  y su hermana Bellarina Fuentes.

Todo fue estilo Hollywood, los sicarios, vestidos con uniformes militares y de la AFI, con vehículos sin apagar el motor, se estacionaron fuera del reclusorio, otros entraron y a grito abierto apantallaron a los custodios, entregaron  hojas membretadas de un supusto traslado masivo de internos.

Reynaldo Vázquez Barquearena (qepd), entonces director del centro penitenciario, declaró ante el agente del Ministerio Público Federal, que los integrantes del comando vestían uniforme negro, similar a los que usan los policías de la Agencia Federal de Investigaciones y traían camionetas verdes parecidas a las que utiliza el Ejército Mexicano y cayeron en el garlito.

Dijo que uno de los custodios de la puerta principal del centro penitenciario, relató que los supuestos agentes y militares arribaron a las 02:40 horas; se acreditaron como pertenecientes a la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada y presentaron un oficio firmado supuestamente por el director de las cárceles de Tamaulipas, Manuel del Riego de los Santos, mediante el cual se ordenaba la excarcelación de los narcotraficantes.

Cuando los custodios revisaban el documento número 13540, fechado el 26 de diciembre, fueron sometidos y desarmados:

“Posteriormente ingresaron al penal, nos desarmaron, nos decomisaron los sistemas de radiocomunicación y fueron a buscar los detenidos”.

Otra vez, la corrupción a todo lo que daba entre autoridades y narcos:

“Una vez que las ubicaron, en menos de cinco minutos abordaron las unidades motrices (dos muy similares a las que utilizan los elementos del Ejército) y se dieron a la fuga en dirección a Valle Hermoso, localizado a 58 kilómetros de Matamoros.

En Ciudad Victoria, luego de desmentir la autenticidad del documento pese a que tenía igual todos los sellos y firma de Manuel del Riego de los Santos, señaló en su momento, que durante la operación, unos vehículos ingresaron al penal, otros se ubicaron en el área del estacionamiento y otros más sobre la carretera de acceso al reclusorio, que se localiza a unos 100 metros. En tanto a la entrada principal del reclusorio, siete personas con uniformes del Ejército mantuvieron guardia.

Daniel Pérez se reorganizó ya libre, porque supuestamente se fue a Veracruz, por allá anduvo, hasta que con el afán de abrir más mercado del tráfico de drogas, se fue a Guatemala a reclutar gente porque la división entre El Cartel del Golfo y Los Zetas ya estaba en su apojeo.

En el 2008 se supo de Daniel Pérez, El Cachetes, porque fue sentenciado a 47 años de prisión luego por el crimen de 11 personas en una balacera en Zacapa, Guatemala, cuando se dieron cuenta, que era un jefe de Los Zetas, que ya operaba en aquél país.

Allí encerrado, El Cachetes, se enteró de la ruptura interna entre el Cartel del Golfo y Los Zetas, que provocó una ola de preocupación en Tamaulipas, en el noreste de México y causó el cierre temporal de oficinas consulares de Estados Unidos en Reynosa y Matamoros.

Incluso el Consulado, en un comunicado la sede diplomática solicitó a los estadounidenses evitar los viajes a la región, donde en los últimos días se registraron enfrentamientos armados entre bandas de los  Zetas y el Cartel del Golfo:

“Las autoridades informaron de la muerte violenta de 19 personas en menos de 72 horas.”

Además, el consulado estadounidense en Matamoros, también en Tamaulipas, restringió los viajes de funcionarios gubernamentales a Reynosa por razones de seguridad.

Pero nadie midió el peligro, las autoridades y los criminales eran uno mismo:

El entonces alcalde de Reynosa, Oscar Luebbert, reconoció que Los Zetas rompió con sus antiguos aliados, el Cartel del Golfo:

“Hay una alerta general en el estado. Se diseñó un operativo con todas las policías para vigilar las entradas a Tamaulipas ante la posible incursión de grupos de otros lados del país a la región”.

En redes sociales como Twitter y Facebook se difundieron mensajes para alertar de presuntos ataques armados y secuestros en escuelas.

Cientos de estudiantes dejaron de asistir a clases. La Asociación Estatal de Padres de Familia, reportó que el 80% de los alumnos de escuelas particulares se quedaron en sus casas por temor a los ataques.

Traban de mantener la calma:

“La Secretaría de Educación de Tamaulipas, aseguró que la actividad fue normal en las escuelas públicas, que dependen del gobierno local”.

Pero los rumores sobre ataques armados empezaron a difundirse en redes sociales.

Los mensajes, de procedencia anónima, alertaban de enfrentamientos en zonas de Reynosa, Matamoros, Nuevo Laredo y Valle Hermoso, poblaciones en la frontera con Estados Unidos.

Decenas de padres de familia retiraron a sus hijos de las escuelas, mientras en algunas áreas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas cancelaron las clases.

La preocupación llegó a tal nivel que en algunos puentes peatonales de Reynosa, aparecieron mantas presuntamente firmados por el Cartel del Golfo, donde pedía calma a la población:

“Reynosa es una ciudad segura, no pasa nada ni pasará nada. Sigan su vida normal. Nosotros somos parte de Tamaulipas y no nos metemos con los ciudadanos civiles”, decía uno de los avisos atribuidos al Cartel del Golfo”.

El entonces gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores -con orden de aprehensión en Estados Unidos-, solicitó tibiamente el apoyo de soldados y policías federales.

También pidió calma a los ciudadanos:

 “No hagan caso a rumores que llegan por internet, eso ha hecho mucho daño a Tamaulipas”. Una vil mentira.

El Cachetes, aprovechó el entrenamiento que recibió en el Ejército mexicano, que incluyó un curso en la base militar de Fort Bragg en Estados Unidos, sobre guerra sicológica y operaciones especiales, para consolidarse como uno de los hombres claves al lado de Heriberto Lazcano, líder de Los Zetas, fallecido, pero ahora ya detenido y enviado a Estados Unidos, así como Juan Garrison, solo le quedó decir:

“A sus órdenes jefe”.

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