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EN TAMAULIPAS Y ZACATECAS ESCURRE LA SANGRE…

Braulio Aarón Pérez - 28 junio, 2021

Dos cuerpos pendían de lo alto de un puente vehicular, apenas faltaban 4 horas para que, a este sitio, arribara el ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador al norte de Zacatecas, en la carretera 49 que conecta con Torreón, Coahuila.

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Dos cuerpos pendían de lo alto de un puente vehicular, apenas faltaban 4 horas para que, a este sitio, arribara el ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador al norte de Zacatecas, en la carretera 49 que conecta con Torreón, Coahuila.

De pronto, el teléfono del Centro de Coordinación Integral de Control de Mando y Comunicaciones, (C5), repicó con insistencia. El hombre detrás de la bocina anunció temeroso y con poca fidelidad algo que lo dejó atemorizado: se trataba de tres hombres que pendían de un puente vehicular en la comunidad Rancho Grande en Fresnillo, Zacatecas. El reloj marcaba las 6:27 horas del 19 de junio, la escena era terrorífica, reflejo del combate entre grupos criminales.

Como en la época calderonista, dos de las víctimas tenían una cuerda atada al cuello, mientras que otro hombre pendía de los tobillos con infames huella de tortura que resaltaban en su cuerpo desnudo, mientras una bolsa negra cubría su rostro ensangrentado.

Con la llegada del mandatario federal al municipio de Jerez, los cuerpos fueron desatados y durante su instancia en el Estado, nada se mencionó de aquellos horrendos crímenes que les arrancó la vida a tres hombres.

Para esa hora, a los oídos del ejecutivo federal llegó con rapidez que, en Reynosa, Tamaulipas, un comando de sicarios fuertemente armado había incursionado de manera violenta a territorio ajeno para asesinar a sangre fría a 14 inocentes. La masacre inició a las 12:38 horas.

La caravana de la muerte fue detectada por agentes de la Policía Estatal, la conformaban tres camionetas repletas de personas armadas provenientes de Rio Bravo. El convoy salió de la brecha El Berrendo rumbo a la colonia Bienestar en Reynosa con la consigna de sembrar el terror para desestabilizar la organización criminal del grupo contrario.

Los pistoleros robaron un taller mecánico, luego como un pelotón militar avanzaron hacia la zona residencial, el reloj señalaba las 12:38 horas, el comando de la muerte se había topado con sus primeras víctimas, dentro de una tienda de abarrotes: a un viejecito que despachaba y a un joven, a los cuales ejecutó a balazos al interior del lugar, después robaron todo a su paso.

La estela de sangre siguió hacia el interior de la colonia Bienestar, adonde la caravana de la muerte se introdujo con las armas por fuera de las ventanillas, dispuestos a eliminar a quienes se atravesarán en su andar, desgraciadamente esa tarde se encontraron con una familia: dos mujeres y un hombre que se negaron a entregar la camioneta Nissan Murano donde viajaban y fueron acribillados.

Con otro vehículo más, enfilaron a las colonias Almaguer en donde detonaron las armas en contra de un ancianito; además a un hombre al que luego de registrarle frente a una casa, le soltaron una ráfaga de metralleta que lo hizo caer boca abajo, entre teléfonos celulares que traía en su mochila; como un torrente, la sangre del mártir escurrió en suelo tamaulipeco.

Más adelante, entre las colonias Fidel Velázquez y Lampacitos el comando de la muerte perforó con sus potentes balas a cinco personas, entre ellos a Fernando Ruiz, trabajador de la Comapa y estudiante de enfermería que quedó tendido en la Avenida General Rodríguez. Después, se enfilaron hacia la colonia Unidad Obrera, donde terminaron con la vida de dos personas.

Para evitar ser ubicados por un comando contrario o la autoridad su próximo destino era el puente fronterizo Pharr, el reloj señalaba las 13:30, casi una hora, y ya habían asesinado impunemente a 14 inocentes.

El reporte de la masacre llegó a las 14:00 horas a oídos de la Policía Estatal y media hora después encontraron al comando de la muerte sobre el cruce internacional Reynosa- Pharr por lo que se enfrascaron en un enfrentamiento a tiros que culminó con la muerte de 4 criminales y la captura de Jonathan Balderas Rodríguez, quien llevaba en el maletero de un auto, a dos mujeres amordazadas. El hombre declaró ante la autoridad y se desencadenó la captura de 4 personas más.

Mientras, que las familias de Reynosa le lloraban a sus muertos y la Fiscalía General de la República atraía el caso, la muerte se volvió a desatar, pero ahora en suelo de Salvatierra, Guanajuato, durante tarde del 21 de junio.

La masacre se gestó contra inocentes en la comunidad San Nicolás de los Agustinos. Según relatos de los ciudadanos, un par de jóvenes huían entre las calles de la ciudad para perder un comando de sicarios que les seguía el paso muy de cerca, dispuestos a aniquilarlos.

En la esquina de la calle Amado Nervo, frenaron frente a un taller de reparación de motocicletas, aprisa se introdujeron al domicilio para despistar a sus enemigos, sin embargo, no lograron perderlos. El comando llegó al sitio y con sus fusiles en ristre penetraron la casa para disparar contra todos.

En el lugar siete muchachos fueron asesinados, entre ellos, Daniel y Diego, estudiantes con excelentes notas. Así como los hermanos Julio César y Juan José, éste último menor de edad.

Ante los ataques a gente inocente el presidente de la República pidió que no se le llamara terrorismo:

“Fue un acto de provocación, porque, no hubo un enfrentamiento. Dispararon contra la gente inocente, es importante aclarar, de que nosotros no podemos hablar a la ligera de terrorismo como algunos quisieran, porque eso da pie a que gobiernos extranjeros se inmiscuyan en asuntos que solo corresponden a México, son cuestiones delicadas”.

A pesar de las recomendaciones del presidente, que evita una guerra sin cuartel, porque la mecha de la guerra está muy corta, la escena sangrienta se volvió a repetir: dos policías de San Luis Potosí aparecieron colgados del puente vehicular del Arroyo de las Sirenas, en Zacatecas, a eso de las 3 de la madrugada. Y horas más tarde, en la colonia Las Flores en  Fresnillo, un comando de la muerte ejecutó a siete personas; cuatro mujeres y tres hombres. El crimen tenía el mismo modus operandi: a los sicarios les sobraron balas y les faltó corazón para respetar las vidas inocentes.

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