Las redes sociales han dinamizado la comunicación social, porque hoy cualquier ciudadano con […]
Las redes sociales han dinamizado la comunicación social, porque hoy cualquier ciudadano con un teléfono se convierte en reportero, sin tener que pertenecer a ningún medio, ni tampoco poseer una cédula profesional para el ejercicio, porque todo lo referente a la libertad de expresión, lo ampara la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos.
En rubros de seguridad, la participación ciudadana se vuelve incómoda para los cuerpos policíacos y militares cuando en los operativos, la participación callejera de los vecinos y de los representantes de los medios de comunicación, se acercan a grabar sus acciones.
A estas alturas, el temor de los cuerpos policíacos a ser expuestos, públicamente, es inmenso, por eso vemos, policías, miembros de la Guardia Nacional, de la Marina y del ejército, con el rostro cubierto, y es común que cuando reporteros o ciudadanos empiezan a grabar, estos los encaren, pidiéndoles, identificaciones o simplemente que se alejen lo más que puedan del área para que les permitan trabajar.
Es de dominio público y está por demás acreditado en las agencias del ministerio público y en los juzgados que elementos de las fuerzas públicas están en la nómina del narco, de igual manera se ha acreditado constantemente de qué los vecinos de barrios y colonias son parte activa de las bases sociales de la delincuencia organizada, de tal manera que al momento en que las fuerzas armadas actúan, los vecinos, salen a la calle a enfrentarlos, teléfono en mano, algunos, y otros con maledicencias.
Pero aquí viene lo más complicado, que es que también se ha acreditado, que personas que se dicen periodistas, salen a encarar a las fuerzas públicas, haciendo más labor de halconeo que de periodistas, que al igual que los vecinos de barrio, pero estos acreditados con una credencial de prensa, hacen su trabajo de informantes al narco para mantener a raya a las fuerzas del orden.
Desde luego que los policías tienen miedo a que los identifiquen, y cada día hay menos guardianes del orden honestos, y cada día más reporteros o halcones ciudadanos están en la calle, cubriendo los operativos para mantener informados, -entre entre comillas- a sus jefes de lo que está ocurriendo en las calles.
Esta situación se ha vuelto riesgosa, porque se dan choques entre periodistas, genuinos y policías también genuinos, porque periodistas que realmente se dedican a hacer su trabajo, los hay, pero también hay policías honestos que realmente se dedican a hacer su trabajo, pero en ambos bandos por unos la llevan todos. Porque hay infiltrados.
Cada día vemos menos tolerancia de las autoridades hacia los representantes de los medios de comunicación legítimos porque la policía o las fuerzas públicas en general, no hacen su labor completa de investigación y de conocimiento del terreno y de las personas, lo que los lleva a cometer errores y a confundir, quiénes realmente cubren y hacen un trabajo genuino como periodistas. Así se dan los malos entendidos.
Queda claro que la autoridad debe hacer su trabajo con libertad, pero también los reporteros, deben de hacer su trabajo con libertad, y la libertad empieza con el conocimiento de las personas de los medios que la promueven y la defienden donde la autoridad y los altos mandos de las mesas de seguridad, tanto nacional, como en los estados, tienen la obligación de hacer públicos, esos encuentros para que todas las partes de la sociedad a ojo de todo ciudadano, y al cielo abierto en la plaza pública, se sepa qué está pasando en las comunidades, y cómo los habitantes podemos ayudar para solucionar el problema. Porque en las mesas de seguridad están representados todos los mandos de gobierno, menos los afectados, los extorsionados y los que viven en peligro en sus barrios y colonias. Estas mesas son de simulación.
Es cierto que la policía debe ser bien pagada, debe ser bien entrenada, debe ser respetada y querida por la sociedad, pero ese respeto y ese amor debe de nacer primeramente en el origen de los mandos medios y superiores, que la gran mayoría de los casos, por las miserias en que los tienen, salen a los barrios, a las colonias, a las calles, a robar y extorsionar a los ciudadanos. Se suman a los delincuentes que les invitan una Coca Cola y un taco.
No todos los ciudadanos somos iguales. Lamentablemente, tampoco todos los policías, los del ejército, de la Marina, de la Guardia Nacional, son iguales; tampoco los reporteros, son iguales, pero por desgracia, los que gobiernan casi todos son iguales y quieren que haya desavenencias entre las fuerzas de la sociedad, para ellos, en la cúpula, seguir explotándonos y viviendo con los lujos que da el erario y el poder.
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