Cuando se filmaba la película Nosotros los Pobres, un humilde niño se le acercó a Pedro Infante para darle un taco frío, mientras le decía con su vocecita…
Cuando se filmaba la película Nosotros los Pobres, un humilde niño se le acercó a Pedro Infante para darle un taco frío, mientras le decía con su vocecita:
-Tenga señor para que coma algo, ya me dijeron que usted es como nosotros… pobre.
Esas palabras tanto conmovieron a Pedro, que en su coche trasladó al pequeño a su casa, le dio a sus papás un billete de 100 pesos –un dineral- y una tarjeta para que inscribieran a su hijo en la escuela. Así era Pedro, generoso, un ídolo inmortal.
Aunque parezca un sueño, El Inmortal, Pedro Infante, estuvo en un pasaje de su vida en Brownsville, Texas y en Matamoros, Tamaulipas, antes de la devoción de nuestro país, América Latina, Europa, por la voz, imagen y vida de un hombre que proyectó exitosamente al México en el contexto social de aquel entonces.
Y es que Pedro tomó clases de piloto, entre otros con su compañero de curso, el que luego se hizo amigo Roberto Guerra Cárdenas, de Matamoros, padre del expresidente municipal y diputado local, Jesús Roberto y Carlos Arturo Guerra Velasco, también propietario del diario Contacto, que en ese momento eran unos infantes.
Nació Pedro Infante Cruz, el 18 de noviembre de 1917 en Mazatlán, Sinaloa, siendo el cuarto hijo de 15 hermanos de sus padres Delfino Infante y Refugio Cuquita Cruz, justo cuando el general Pancho Villa, había tomado a Chihuahua, liberó presos políticos y tenía en jaque al gobierno.
Don Delfino que dirigía una banda de música, con su familia partió a Guamúchil, por eso Pedro creció escuchándola y aprendió el oficio de carpintero, pero también comenzó a cantar ganando los primeros aplausos.
A los 11 años Pedrito abandonó el cuarto grado de primaria y a darle, pues se necesitaba trabajar, por eso aprendió a tocar guitarra y a los 16 años formó su conjunto llamado La Rabia.
Cuando tenía 17 años, Pedro, ganó dinero cantando y tocando música, su talento le salía por los poros con la sonrisa que cautivaba a las jovencitas, por eso un año después, se convierte en padre de Guadalupe Infante López, con su primera novia formal y además vecina, Guadalupe López. Esa paternidad, nunca reconocida.
Ya con 20 años, Pedro se enamoró de María Luisa León, más de ocho años mayor que él, cuya relación ni siquiera era bien vista por los ricos padres, por eso se escaparon a México y se casaron en 1939, entre ambos adoptaron a Graciela Margarita como su hija.
A partir de ese año, Pedro filmó más de 60 películas y desde 1943 grabó 310 canciones, cuyos discos eran éxitos, la fama tocó a sus puertas, era de los mejores gustos de nuestros país y América Latina.
Poco tiempo después María Luisa supo de la infidelidad de su marido con Guadalupe Torrentera, con la que tuvo hijos: Lupita Infante Torrentera, Pedro Infante Torrentera, también son sus hijos Irma Infante Aguirre y Cruz Infante de extraordinarios parecido con Pedro, que Doña Refugio, madre de Pedro, reconoció como hijo del artista y de una empleada.
Dos películas lo consagrarían en el cine: Nosotros los pobres de 1947 y Ustedes los Ricos de 1948 en la estrujadora escena de Torito cuando muere quemado.
Justamente por esos años, Pedro toma clases de piloto con Roberto Guerra Cárdenas, que se distinguía en Matamoros promoviendo la insipiente Cámara de Turismo, para dar impulso a la plaza de toros, allá por los rumbos de la Infonavit-Buenavista.
De esa manera Roberto Guerra en los cursos de piloto en Brownsville, Texas, cuando esperaba a su amigo Pedro Infante, se tomó una fotografía con su hijo Jesús Roberto, cuando tenía dos años de edad, en el ala de un avión, para presentárselo.
Tanto Pedro como Roberto pilotaron sus naves por Brownsville y Matamoros, cuando el espacio aéreo no era tan restringido, incluso ambos ocasionalmente comieron la especialidad norteña, carne asada, como buenos amigos.
Para 1949, Pedro Infante Cruz era el actor más popular del cine mexicano, en la llamada Edad de Oro.
Con el éxito a flor de piel, Pedro Infante era un triunfador, se fue a vivir con su nueva esposa, la yucateca Irma Dorantes, allí tenía una residencia en avenida de los Itzaes y en Puerto Progreso, residencia que actualmente se le conoce como la Casa del Pastel.
El Pastel, de amplia escalinata con su cúpula en la tercera planta, ahora cerrado, silencioso, en una silla reclinadora, con su guitarra, solía Pedro estar acompañado por Irma y su guitarra, viendo el mar verde turquesa y cantar: Y sin embargo sigues/ Unida a mi existencia/Y si vivo cien años/Cien años pienso en ti…
Cuentan, los dueños de los restaurantes-bar con vista al mar, que Pedro Infante jamás se negó a cantar 3 ó 10 canciones gratis, las que se necesitaran, para apoyarlos en la inauguración aunque el público pedía interminables canciones, siempre atendiendo con una sonrisa.
Era común ver a Pedro Infante paseando en el malecón, en las calles y avenidas de Puerto Progreso en su moto, la que le regalaron en A Toda Máquina los agentes de Tránsito en México.
Saludador como era Pedro Infante, siempre generoso con todos, compraba libros, cuadernos, mochilas, uniformes para los padres de familia que se lo pedían, medicinas para los enfermos, siempre había fila de personas fuera de su casa, pidiendo favores o dinero, por eso todos los habitantes de Yucatán lo siguen adorando hasta ahora, como todo el país.
Cuando Pedro Infante tenía 39 años de edad falleció. Fue un 15 de abril de 1957, cuando pilotaba un avión Consolidated B-24 Liberator, matrícula XA KUN de la empresa Lamsa -fue un bombardero en la Segunda Guerra Mundial-, desde el aeropuerto de Mérida con rumbo a México.
La nave se desplomó entre las 07:30 y las 08:00 horas en el cruce de las calles 54 sur y 87 de Mérida, poco después de despegar del aeropuerto, donde se erigió un monumento, Pedro monta un caballo, como esa de película de Martín Corona.
Pedro Infante, hizo dos mil 989 horas de vuelo como piloto. Estaba registrado con el nombre de Capitán Cruz de su compañía Lamsa, cuyo accidente se determinó que bolsas de aire encontrados provocaron la caída de la nave.
Cuando se estrelló la nave Pedro Infante Cruz y el capitán Víctor Manuel Vidal murieron, el entonces comandante aduanal Adolfo Gamboa Moguel contó que acudió al lugar de los hechos, las llamas invadían todo.
Lo que se pudo rescatar fue parte de la cara y tórax de Pedro Infante, cuyos restos fueron a una funeraria en Mérida, ante la tragedia del ídolo que sin contar con redes sociales, en todo el mundo se conoció la fatal noticia. El pueblo fue a velarlo el panteón Jardín de México, hasta la fecha le lloran y han pasado 104 desde que nació.
En torno a la tragedia aclaró Víctor Gamboa, dio lugar a una serie de investigaciones porque supuestamente el avión estaba cargado de mercancía de contrabando que provenía de Quintana Roo considerado zona libre en aquel entonces.
Pedro Infante tenía necesidad de ir a México para incorporarse a la película La Tijera de Oro que se estrenaría en 1958.
La otra es que Pedro decidió viajar a México para apelar contra la Suprema Corte de Justicia, que declaraba a María Luisa León como su única y legítima esposa, invalidando el matrimonio con la yucateca actriz y cantante de ranchero, Irma Dorantes, con quien ya tenían una niña Irma Infante Dorantes.
El vuelo estaba lleno de pasajeros, por lo que decidió viajar en una de sus aeronaves de carga de Transportes Aéreos Mexicanos Lamsa. Se supone que el piloto Víctor Manuel Vidal que acababa de ser operado, le cedió los mandos de la nave a Pedro, que aceptó el reto pese a que no tenía el conocimiento para operar una nave tan grande. El que sería copiloto bajó del avión, despidiéndose de Pedro.
En la avenida Itzáes con calle 73, se encuentra la casa de El Inmortal, los hijos de los pocos vecinos que quedan, recuerdan con alegría la voz de Pedro Infante, cantando y ensayando.
Esa casa, hoy es el hotel Boulevard Infante, rescatada en 2004 por Juvencio Sosa Chacón, donde el ídolo mexicano pasó sus últimos días. Allí nadaba con sus hijos Pedro y Lupita Infante Torrentera cuando lo visitaban, hasta la actriz Silvia Pinal (Mr. Amigo).
Las canciones rancheras siguen siendo populares en todo el mundo. Pedro Infante, en sus papeles personificaba a la gente humilde pero llenas de valor, al mismo tiempo sentimentales y nobles, símbolo de los mexicanos.
La casa transformada en hotel Boulevard Infante, conserva la alberca y la esencia del hogar de este ídolo mexicano. El gimnasio donde se ejercitaba fue convertido en un museo que aunque estamos en Covid-19, la gente sigue haciendo citas para visitarlo.
Hay una anécdota de las miles que se cuentan, el escritor Carlos Monsiváis presentó su libro sobre Pedro Infante: Las leyes del Querer, por el que dicen en la residencia ahora convertido en hotel se escucha la voz, los silbidos, los gritos de júbilo del Inmortal.
En el evento en la orilla de la alberca comenzó con su discurso:
“Aquí están Adán y Eva…”
Enseguida aparecieron en la pantalla instalada a un costado de la mesa de presentación, las imágenes de Blanca Estela Pavón, La Chorreada y Pepe, El Toro, cantando entre cariñosos silbidos Amorcito Corazón”.
Monsiváis dijo:
“Adán ya ha sido expulsado del Paraíso, porque trabaja…”
Apuntó que así se anunciaba el surgimiento de un nuevo tipo social, el del trabajador urbano: Pedro Infante.
El programita de vídeo se atoró, falló el micrófono. Los técnicos discutían por la presentación sin hacer pruebas. La gente sentada alrededor de la alberca gritó molesta, se hizo el caos y el maestro Monsiváis para salir del apuro dijo en el cacarizo… es que: “Pedro anda de travieso”.
En 2010, en el Bicentenario de la Independencia de México, el canal de cable History Channel hizo una encuesta para designar a El Gran Mexicano de entre varias personalidades de los últimos 200 años, resultando ganador el general Pancho Villa y segundo lugar, Pedro Infante.
Sucede que al igual que Pedro, pero 20 años después en San Fernando, Tamaulipas, se desplomó la avioneta que tripulaba Roberto Guerra con su amigo, César González Cantú.
Le cantó Pedro Infante a la mujer, porque cada uno de nosotros tiene a una Nana Pancha, que nos quiere gobernar.
También tenemos a la musa de nuestros sueños –aunque le llamen acosador-: Al mirar tus lindos ojos y al mirar tus lindas formas/ Yo me digo Ay, Chabela/ Y al saber que no me quieres y al mirar que me desprecias/ Yo me digo Ay, Chabela
Pero hay una inolvidable: Cuando recibas esta carta sin razón/Ufemia/Ya sabrás que entre nosotros todo terminó/ y no la des en recebida por traición/Ufemia/ Aunque ahora son mensajes de texto, por Inbox y siempre se enfría el taco a un lado del escritorio, pero después de tantos años, sigamos siendo pobres y Pedro Infante desde el cielo nos diga: ¡Válgameee Dios!