Director General: Julio Alberto Rubio Pérez

CHARLOTTE, MUJER TRANS Y EXFUNCIONARIA, AHORA VENDE RASPADOS EN PLAZA DE HERMOSILLO…

Revista Vertical - 1 octubre, 2025

En las calles de Hermosillo, Sonora, precisamente en la Plaza de Zaragoza, se […]

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En las calles de Hermosillo, Sonora, precisamente en la Plaza de Zaragoza, se encuentra Charlotte, quien durante años trabajó en el gobierno y hoy tiene un oficio muy distinto: vende pirulines y raspados a un costado del Ayuntamiento. A sus 60 años, esta mujer trans ha encontrado en su pequeño negocio la manera de mantenerse activa y disfrutar de la vida, pese a los cambios que ha vivido. Alegre, juguetona y siempre atenta con sus clientes, Charlotte se ha convertido en una figura reconocida de la zona, vistiendo tonos rosas y con un estilo que refleja su personalidad vibrante y su orgullo por ser quien es

Desde hace 26 años se dedica a esta labor, y no es cualquier venta: ofrece hasta 30 sabores de raspados y 7 variedades de pirulines, todos preparados con esmero. Su rutina inicia el miércoles con la compra de la fruta, seguida de un meticuloso proceso de cortar, cocer y congelar los ingredientes para tenerlos listos el fin de semana. Aunque el calor de Hermosillo a veces hace que el hielo se derrita un poco, ella sigue su trabajo con dedicación, sirviendo sus raspados desde las nueve y media de la mañana hasta la fría madrugada, y preparando dulces que combinan desde mazapán y fresas con crema hasta innovaciones como Oreo, Bubu Lubu y Gansito.

Charlotte no solo es conocida por sus sabores y colores, sino también por su carácter emprendedor y resiliente. Cuenta con una sonrisa cómo recuerda que alguna vez un cliente aprovechó su amabilidad para desaparecerse con su teléfono, pero eso no la detuvo: se levantó, corrió tras él y siguió con su día como si nada. Soltera, sin hijos y sin marido, Charlotte ha encontrado en su negocio una manera de vivir con independencia y alegría, cumpliendo sus días con energía y optimismo, atendiendo a vecinos, turistas y curiosos que se acercan a probar sus delicias.

Su sueño sigue siendo grande: abrir más puestos y dejar a personas encargadas, asegurando que su legado continúe más allá de sus propios años. Charlotte sabe que la vida es corta, pero con su alegría, amabilidad y creatividad, ha transformado un pequeño carrito de dulces en un espacio lleno de color y sonrisas, demostrando que la felicidad no siempre viene en uniformes de oficina, sino en el calor de la fruta fresca, el azúcar de un pirulín y la satisfacción de ver a los demás disfrutar lo que uno hace con amor.

 

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