Director General: Julio Alberto Rubio Pérez

MURIÓ EL COMANDANTE ROLANDO ZAMORANO, QUE CONVERTIDO EN COMERCIANTE, TENÍA LA MIRADA DE CRISTO…

Oscar TreviñoJr. - 18 diciembre, 2021

Al entonces comandante Rolando Zamorano Ayala, de la Policía Judicial del Estado (hoy Ministerial del Estado), lo podrían acusar de […]

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Al entonces comandante Rolando Zamorano Ayala, de la Policía Judicial del Estado (hoy Ministerial del Estado), lo podrían acusar de todo, menos de tonto, era de los que investigaba, cuando todavía ni había internet, celular y justo allí, avisaron del fallecimiento.

Era Rolando Zamorano de los que sí patrullaba la ciudad, parte de su dinero lo invertía en gasolina a su camioneta, saludaba a la gente de los barrios, se servía de los soplones, sabía los nombres, apodos de las ratas de casas, autos, hasta los de tanques de gas y bicicletas.

Identificaba Rolando Zamorano a los mariposeros, los que en bici arrebataban los bolsos a las señoras; los paqueros, el de los billetes falsos; como Jefe de Grupo, hizo amistades con todos, siempre dispuesto a servir.

Pero todos esos triunfos, un tiempo se esfumaron, como el humo de los cigarros con el alcohol, decepcionado de la falta de apoyo de Procuradores de Justicia, de los fiscales y jueces, porque batallaba junto con sus compañeros para atrapar a los asesinos, rateros, que fácilmente obtenían su libertad y eso que derechos humanos, apenas hacía intentos por entrar.

Luchó bastante para sobreponerse a una justicia injusta de los fiscales y procuradores, por eso cansado tiró la toalla, pero se metió en una espiral de estimulantes hasta que se zafó, pocos amigos creyeron en una recuperación, pero lo logró, por la fuerza del amor de su esposa Verónica Silva Compean y de sus hijos Gabriela, Rolando Jr., y José.

Luego se instaló con una camioneta modesta pero derecha, en la esquina de la Ocho y Laguna Madre, allí ofertaba frutas y verduras, ante la mirada del Redentor, que lo veía a diario por el ventanal de su iglesia Cristo Rey, cuando a las cuatro de la mañana llegaba a instalarse, haciendo la señal de la cruz, con amor y devoción.

Rolando Zamorano nació el 25 de octubre de 1964 en el ejido Santa Irene, que desde pequeño emigró a la ciudad con sus padres doña Bertha y don Felipe, hermanos y hermanas, a la colonia Lázaro Cárdenas, allá por la Privada Lázaro Cárdenas No. 205, hermano de Homar, que fue presidente municipal de Matamoros.

Acudió Rolando Zamorano a la primaria Celedonio Junco de la Vega, luego a la secundaria Mercantil de Matamoros, donde le enseñaron el manejo de la máquina mecánica, aquellos aparatos pesados, los que se memorizaba la posición de las teclas, cuyas copias actuales, son los teclados de las computadoras.

Dicharachero desde jovencito, Rolando Zamorano entró a la preparatoria Juan José de la Garza, mientras se desempeñaba como meritorio en busca de un trabajo estable.

Por eso Rolando empezó haciendo la limpieza en el Juzgado Segundo Penal, donde Noé Tapia Lozano, el secretario de Acuerdos, le dio la chamba por recomendación de Homar Zamorano, que hizo el mismo trabajo, pero iba escalando puestos.

Así Rolando Zamorano fue escribiente, por ese poder de concentración, de memoria, se aprendió los expedientes por número, por el nombre del acusado, ofendido y dónde estaban apilados porque ni archivo había en ese entonces.

Fue de aquella generación, que participaron en un curso para investigadores de la entonces Policía Judicial del Estado, porque los agentes se estaban haciendo viejos y había que renovarlos con jóvenes investigadores.

De allí que Rolando Zamorano se enlistó para hacer el curso, allá a mediados de los años 80’s, como también lo hicieron Noé Hinojosa Villarreal, Carlos Alberto Rentería Campos –fallecido, hermano del actual regidor Jorge-, Jesús Treviño, Salomón Morones y Eduardo Lalo Alatorre, estos últimos empleados en Estados Unidos.

En esos años mozos, Rolando Zamorano, como agente de la Policía Judicial del Estado (hoy Ministerial), confesó desternillándose de risa en su momento:

“Cuando llegamos a Matamoros, los compañeros nos vieron de arriba abajo, ellos odiaban la mezclilla, playeras, tenis y así vestíamos nosotros.”

Los judiciales vestían coordinados, pantalones de polyester, camisas de manga larga ensombrerados, con botas y botines. Tuvimos que vestir igual que ellos y hasta escupir por el colmillo”.

De esa manera tuvieron que adaptarse a los viejos judiciales, Rolando Zamorano fue parte de una generación que se profesionalizaba, porque en aquellos años se decía, que había que ser bandido para ser policía:

“Estaban equivocados, porque uno ni bandido, ni oportunista, ni nada, lo que necesitas es saber tu vocación como policía, porque la mayoría de las veces vas a servir”.

Por eso Rolando Zamorano con su carisma, fácil encajaba en cualquier barrio para interrogar, sin gritos ni golpes, era suficiente preguntar, un chascarrillo para animar y dichos mexicanos para centrar la conversación, hasta lograr una pista para atrapar a un homicida o ubicarlo, que a veces “se los ponían”.

Así Rolando Zamorano, estuvo en varias plazas como agente: San Fernando, Miguel Alemán, Tampico, Altamira y Ciudad Madero, como comandante en Jefe y Jefe de grupo de la entonces Policía Judicial del Estado, donde cultivó amistades en la corporación.

Llegó Rolando Zamorano allá por 1993 a Matamoros como Jefe de Grupo, que aunque era su ciudad le disgustaba, porque decía que conocía a muchas personas y con algunos quedaría mal, porque negaría protecciones de los que actuaran contra la sociedad de Matamoros.
Aclaró varios homicidios, llegó justo cuando se había disipado el pleito entre la gente de Juan García Abrego contra Oliverio Chávez Araujo, lo comisionaron para mantener la paz y lo estaba consiguiendo.

Le tocó investigar la ejecución de Sergio Checo Gómez, en ese entonces capo en Matamoros, encontrado con el veterinario Francisco Pecina Montaño, pesquisa atraída por la entonces PGR.

Pero el comandante Rolando Zamorano como lo identifica todavía la gente, comenzó a decaer, por eso decidió renunciar, donde como el Ave Fénix resurgió de sus cenizas, arropado por su familia.

Por eso en su puesto en la esquina de la 8 y Laguna Madre, Jesucristo veía a Rolando Zamorano desde 2014, cuando llegaba en su modesta camioneta, cuando ni el sol asomaba. En su lugar estaba su otro vehículo blanco estacionado que le cuidaba el lugar.

Animoso el comandante Rolando Zamorano, hiciera frío, helando, con calor, era puntual, su camioneta blanca, lo hacía para atrás para hacer espacio y en ese lugar, en su vehículo, hacía la señal de la Cruz, rezaba un poco encomendándose a Dios.

Jesucristo veía muy repuesto desde el ventanal de la iglesia a Rolando Zamorano. Cuando se persignaba, pedía por su esposa Vero, por sus hijos, porque a sus amigos comerciantes les fuera bien y sin que nadie se diera cuenta, ayudaba a la gente humilde, les daba pilón, al cabo Dios provee.

Allí en la capilla San Joaquín donde lo velaron el 15 y parte del 16 de diciembre, Rolando Jr., entristecido explica:

“Mi papá (Rolando Zamorano), era muy trabajador, fue Judicial del Estado, renunció, luego estuvo en puestos de seguridad en diversas empresas, le dio por ser comerciante y allá por la iglesia Cristo Rey, trabajó por espacio de 12 años, muy aclientado, estimado por la comunidad católica, amiguero, atento con la gente”.

El carisma de Rolando Zamorano era el mismo que cuando Judicial, inclusive muchas personas le seguían diciendo comandante allá en su puesto, pero también tan discreto, que casó con Verónica cuando tenían años viviendo juntos y ya con hijos formados.

Pero licenciado Zamorano, como era su papá con ustedes, su familia:

“Papá muy linda gente con nosotros, como hijos: Un amigo, más que padre, no era como los de antes, nunca regañaba, te daba un consejo y tu tomabas la decisión. Esa forma de orientarme, ni un jalón de orejas, tenía un tacto muy especial, te hacía razonar”.

La firmeza sin concesión como Judicial del Estado de Rolando Zamorano, se desmoronaba con Rolando Jr:

“Papá era apapachador, consentidor: bromeaba, contaba chistes, era ocurrente, se nos quedó todo eso, así lo vemos, con un chascarrillo te hacía el día, con sus comentarios. A la hora de negociar tenía un tacto especial.

Le confiamos a Rolando Jr., que cuando jóvenes en la Policía Judicial del Estado, sin computadoras, ni celulares, se recurría a un juego llamado Las Vencidas, que era la de ejercitar la memoria, uno contra otro y el resto sin derecho a voz. Se preguntaba número de expediente, nombre completo del fallecido, homicida, en qué año lo mató y de qué forma, si fue consignado, detenido y sentenciado.

Levantó las cejas de sorpresa Rolando Jr., justo como su papá y comentó:
-Con razón mi papá era un expediente andando, de hecho escribía en la máquina de escribir, sin ver el teclado, muy veloz y una estupenda memoria…

Hace días, el comandante Rolando Zamorano se sintió mal de salud en su hogar. Esta vez, por vez primera faltó a su trabajo, trajeron al doctor a su casa para una revisión porque tenía síntomas de neumonía. El 14 de diciembre ingresó al Hospital General…

Le comentamos que en una conversación con el comandante Rolando Zamorano allí en su puesto, nos presumió orgulloso, que sus hijos ya lo habían logrado, uno era abogado y su otra hija pronto sería doctora. Los clientes que lo escucharon en ese momento, le estrecharon la mano y lo felicitaron, por la emoción que se sintió con su tono de voz:

-¿Le dejó algún encargo el comandante Rolando Zamorano?

A Rolando Jr., se le nublaron los ojos, se puso pensativo, tomó un poco de aire a través de su cubrebocas y nos abrió su corazón:

-Si, me mandó llamar y me dijo: por favor cuida a la familia, te los encargo…cuida a tu madre, apoya a tu hermana para que termine su internado en medicina, cuida a mis nietos…

Se detiene un poco Rolando Jr., la tristeza lo invade por completo, sus ojos rojos reflejan emoción:

-“Todo lo demás tu sabrás cómo hacerlo, ya te he preparado para eso”. Esas fueron sus últimas palabras, eso es lo más importante, lo demás, cuestiones materiales que son irrelevantes para todos. Así que la tarea que me dejó, pues la voy a llevar a cabo”.

-Pero, qué pasó con el comandante Rolando, hace como dos semanas atrás lo saludé al pasar por su puesto allí en la iglesia:

-Papá tenía diabetes, problemas de circulación, esas enfermedades lo minaron. Allí está en el ataúd en la capilla de la funeraria y todavía no puedo creerlo, pero tenemos que aceptarlo, hay que echarle ganas para adelante, cumplir con el cometido.

El 16 de diciembre a las 15:00 horas, partió el cortejo fúnebre al panteón Jardín de la Sección 16, pero allá en la calle 8 esquina y Laguna Madre, nunca más el Cristo volverá a ver al comandante Rolando Zamorano desde el ventanal. Esta vez, estarán juntos en el cielo.

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