Director General: Julio Alberto Rubio Pérez

EL PADRE ÁNGEL, QUE DABA MISA EN LA CAPILLA DEL DERRUMBE, DA CONSUELO A LOS DEUDOS: “HAN MUERTO EN UN LUGAR SAGRADO Y LAS PUERTAS DEL CIELO ESTÁN ABIERTAS PARA ELLOS”…

Julio Alberto Rubio - 2 octubre, 2023

Sólo quedaron escombros, tristeza y desolación en el área del siniestro de la iglesia católica, donde la imagen de Cristo Crucificado sólo alcanzó a cubrir con su manto el altar de la parroquia Santa Cruz, mientras en la bancada de los feligreses, incluyendo la pila bautismal, la losa colapsó y cayó encima de unas 100 personas que celebraban el bautizo colectivo de sus niños.

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Sólo quedaron escombros, tristeza y desolación en el área del siniestro de la iglesia católica, donde la imagen de Cristo Crucificado sólo alcanzó a cubrir con su manto el altar de la parroquia Santa Cruz, mientras en la bancada de los feligreses, incluyendo la pila bautismal, la losa colapsó y cayó encima de unas 100 personas que celebraban el bautizo colectivo de sus niños.

Transcurría la mañana del domingo uno de octubre (2023) el padre Ángel Santiago Vargas estaba contento porque después del medio día iniciaría la eucaristía con la consagración a Dios de 8 muchachitos, pero a eso de las 14:40 horas, recién concluido el ofrecimiento espiritual, y daba inicio el festejo, con el bolo y los regalos, aquello se convirtió en tragedia, cuando unos 350 metros cuadrados de losa de concreto armado repentinamente se vino abajo —al romperse un tensor de acero—, y los aplastó.

El golpe del concreto sobre las bancas y las personas que se encontraban adentro alertó a los vecinos de la calle Nuevo León y Chihuahua, de la Colonia Unidad Nacional en Ciudad Madero, —donde se encuentra la parroquia—, la gente que pudo salir enseguida del impacto, estaba aterrorizada y de inmediato empezaron a gritar y a mandar mensajes para pedir auxilio.

En menos de 10 minutos los vecinos de este populoso sector mientras arribaban los elementos de Protección Civil y Bomberos, tomaron el control del rescate para prestar los primeros auxilios; a sus pies había quedado derribada la parroquia Santa Cruz, una obra arquitectónica emblemática con más de 40 años de edificada, convertida en escombros, pero lo más triste, era que allí, bajo esas ruinas encontraron la muerte 11 personas entre ellos, tres niños y ocho adultos de todas las edades.

Ese domingo la misa era especial por los bautizos. Había alta concurrencia, de tal manera que se congregaron con atención al altar, desde donde el padre Ángel daba su sermón, toda vez que allí mismo, bajo ese techo, en días de poca asistencia de feligreses, se reunían en corrillos, en otra área del templo, pero en esta ocasión habían concurrido fieles e invitados, sin imaginar lo que iba a ocurrir.

Incrédulos, los vecinos miraban tratando de ayudar, pero desconocían la magnitud de los daños personales, aún con toda esa confusión empezaron a sacar de sus casas, palas talaches y barras de acero.

El padre Ángel consternado, sin saber qué hacer, apenas había salido con vida de aquellos escombros y escuchaba el llanto desgarrador de las madres que buscaban a sus niños

Aunque la calma estaba lejos, el golpe devastador poco a poco se iba asimilando porque las autoridades civiles fueron tomando el control con el apoyo del Ejército Mexicano y la Marina.

A esa hora el alcalde Adrián Oseguera Kernion se encontraba en Ciudad Victoria, en un evento oficial de Gobierno, de inmediato accionó para lograr una movilización efectiva de los cuerpos de rescate y seguridad, de la misma manera el gobernador Américo Villarreal, fue notificado de lo ocurrido, de entrada se descartó la pérdida de vidas humanas, pero cuando las autoridades evaluaron la situación de inmediato enteraron al Ejecutivo Estatal, que había gente fallecida, que con premura arribó al lugar siniestrado y fue él mismo quien ante los medios dio a conocer las pérdidas de vidas humanas y ordenó la atención médica solidaria del Estado para sanar a los heridos, algunos convalecen en gravedad, con fractura de cráneo y pelvis rota.

Un Escuadrón especializado en rescate de la Marina Armada de México, se hizo cargo de la delicada tarea de localizar bajo los escombros a las personas, apoyados en perros adiestrados. En su empeño, de inmediato dieron resultados liberando a las personas atrapadas, rescatando heridos y fallecidos; así mismo, elementos del Ejército Mexicano, poniendo en práctica sus habilidades implementaron plan DNIII; en tanto que protección Civil y Bomberos con elementos de Tampico, Madero y Altamira, solidarios como uno solo, hacían labores coordinadas de rescate, de tranquilización y revisión de signos vitales a la gente que había caído en shock nervioso.

Ya cayendo la tarde todo estaba bajo control, y los pobladores de la zona conurbada desfilaban por el área siniestrada para ayudar al retiro de escombros, otros para llevar agua, sueros y alimentos a quienes estaban trabajando en el rescate; de la misma manera constructoras privadas, dueños de maquinaria pesada, como tráileres, traxcabos y camiones de volteo los prestaron para el retiro de escombros.

Toda la tarde/noche de ese domingo uno de octubre, desde donde se ubica la Plaza Jalisco, la Calle 10, el Hospital Regional de Pemex, la avenida Tamaulipas y el Boulevard López Mateos a la altura de la Nissan y el supermercado HEB, estaban atascadas de tráfico, por lo que los elementos de Tránsito Local de Ciudad Madero, huvieron de intervenir para trazar una ruta rápida hacia las clínicas a donde las ambulancias llevaban los heridos.

En el lugar de la tragedia se avanzaba con cautela, ante el temor de que la maquinaria de rescate fuera a ocasionar algún daño a las personas atrapadas bajo los escombros, todas las labores eran supervisadas por agentes del ministerio público de la Fiscalía de Justicia del Estado y una veintena de agentes investigadores fuertemente armados, dentro y fuera del perímetro donde Servicios Periciales y médicos forenses tomaban muestras y anotaban en sus bitácoras detalles de los fallecidos los que retiraban en bolsas negras.

La gente, una muchedumbre, se había apoderado del perímetro, unos desesperados porque sus familiares no habían llegado a casa, temían lo peor, y en ratos arremolinados alzaban la voz preguntando por el que les faltaba, pero allá en el fondo entre decenas de toneladas de escombro ya cuando había llegado la oscuridad de la noche, los rescatistas, también, a gritos, pedían que los curiosos y deudos se callaran porque eso les impedía escuchar la voz débil o la queja de los atrapados.

Dolorido por la tragedia el padre Ángel, al pie de las ruinas de lo que fuera su iglesia, aún no puede creer lo que pasó, pero se consuela al saber que esas almas han regresado al Padre Celestial:

“Pido mucho por estos hermanos que se fueron, Dios los llamó, ellos han regresado al padre… han muerto en lugar sagrado y las puertas del cielo están abiertas para ellos”.
Expresa su tormentoso pesar al igual que el de los deudos:

“A nosotros sólo nos queda llorar, sufrir y fortalecernos en la fe… nadie se va más que cuando Dios lo quiere”.

Tanto para el padre Ángel, como para el obispo de la Diócesis de Tampico, José Armando Álvarez Cano, a partir de que ocurrió el siniestro, han sido las horas más tormentosas de su vida aunque al prelado le consuela saber que la fe católica con este suceso ha desbordado en bondad y solidaridad con las víctimas y dolientes:

“Esta ha sido la oportunidad de sacar muchas cosas hermosas que hay en el corazón de las personas”.

Por la calle Chihuahua se encuentra el frente de la capilla Santa Cruz, unas letras grandes, metálicas, plateadas, que se leen con ese nombre; allí es la entrada principal, justo al costado izquierdo una cruz gigante, gruesa, también de metal plateado, se abulta sobre la pared; enfrente, casi en la banqueta, otra cruz delgada color marrón se erige sobre parte del atrio.

En total son tres secciones las que conforman la capilla en esa esquina de Chihuahua y Nuevo León, ocupan unos mil metros de construcción, de los cuales se derrumbaron unos 350, en un edificio con arquitectura de mediados de los años 70, donde se privilegiaba más la estética que el reforzamiento estructural, con ladrillo como aparente y además reservado a la carga.

Al momento se desconoce si existen planos de construcción de la iglesia, ni que ingeniero ni arquitecto fue responsable de la obra:

“Andamos investigando quién fue que la construyó porque había un padre muy entusiasta que fue el que la realizó, el de la iglesia del Cristo Resucitado”, puntualizó el obispo.

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